jueves, 24 de enero de 2013

Calor y frío de retazos vitales en una ciudad con arte

Vivo en una ciudad mágica: Salamanca. La primera sílaba de su nombre es también la primera del mío. Nací aquí, un sitio lleno de iglesias tanto góticas como románicas, numerosos monumentos culturales y árboles entre torres que tratan de tocar el cielo con sus agujas. 
Un río atraviesa sus calles y el puente romano, majestuoso e imponente, presenta los vestigios de una época dorada donde los pasos del caminante cruzaban seguros el Tormes por esas piedras que conducen a la entrada de la ciudad. El camino de la vida hizo de mi persona una joven estudiante universitaria. Entre las paredes del Palacio de Anaya me instruía. Me sentaba en antiguos bancos como mis antepasados, orgullo de los siglos, horas más bien incómodas a pesar de lo artístico de su encanto exterior. Pero se aprendía dentro y fuera. Tardes sentados al sol en las escaleras del Palacio se sucedían, mientras un estudiante más diligente las bajaba en ese preciso instante para pasar de un edificio a otro. ¡La hospedería tiene un claustro tan hermoso!
Recuerdo una mañana de invierno que nevó tanto que cuajó, y el pozo que yace en aquel claustro destacaba como nunca en aquella foto que le hice a mi sonriente amiga. Los copos de nieve cubrían su gorro de estudiante e invitaban a refugiarse en las Caballerizas.
El bar de Filología, tan pequeño, con sus mesas y sus pinchos contaba muchas historias entre profesores y entre alumnos. Allí disfrutábamos del bullicio y la alegría del día a día, además de su arte culinario que contrastaba claramente con el tamaño de los vasos de café y mosto que nos rodeaban. Eran pequeños, como chico es el sitio, como el precio de estudiante extendido a todo visitante, como acogedor sigue siendo, a pesar de los breves descansos entre clase y clase. El intenso calor de las Caballerizas contrastaba con el frío de mi Salamanca blanca, con sus agujas de nieve y sus árboles desnudos al viento, en una estación dura pero bella.
También me llegué a sentar cual extranjera en el suelo de la Plaza Mayor. Entonces, el sol calentaba el ayuntamiento sacando un brillo especial al toque de las dos de la tarde. Cuando el reloj no era consciente del tiempo transcurrido desde el calor de una cafetería universitaria al abrasador junio del corazón de mi hermosa ciudad, volví a mi tiempo y recordé sencillamente...que mi nombre es Sara y, caprichos de la vida, la primera sílaba de mi nombre es también la de mi ciudad.

jueves, 3 de enero de 2013

Año Nuevo, arte nuevo.

Empezamos los primeros días del año nuevo 2013 cargados de sueños, ilusiones y nuevos proyectos por cumplir. 
Uno de ellos puede tener forma de canción; pues, la música en todas sus diversas formas de expresión también es una creación artística.
Os dejó escuchando esta canción en español del brasileño Toquinho :
"Piensa que el futuro es una acuarela y tu vida un lienzo que colorear."